domingo, 19 de junio de 2016

Ejercicio automático

Hace poco tiempo, mientras estudiábamos las vanguardias literarias y artísticas en clase de lengua, nuestra profe, cogiéndonos por sorpresa a todos, de repente dijo: "Sacar un papel, dar rienda suelta a vuestros pensamientos y escribir lo que os venga a la cabeza durante tres minutos". Fue toda una aventura para nosotros, ya que cada uno aprovechó a sacar todo lo de su interior y plasmarlo en unas cuantas líneas. Este ejercicio automático de escritura, algo típico del surrealismo, dio sus frutos en la clase de 10th Grade en el colegio Aquinas American School:

La clase húmeda y asolada,
no es la araña la que observa,
sino el profesor impaciente
lleno y abastecido de aguardiente.
Ahora ya no me siento del todo
estremecido, me siento mal,
me siento dormido.
El bolígrafo recorre una carretera
sin fin, un antro de cucarachas
con libros y el árbol talado
por su hacha. De la carrera
el término llegó, pues no hay nada
más que hojas mojadas, porque 
nadie las mira, nadie las obedece.
Es algo parecido al fuego, el grado 451,
la temperatura perfecta. Pero no es
perfecta sino horrenda.
Diego Jaureguízar
Corren y juegan  y vuelven a correr. No saben qué hacer. Vuelven a pensar pero no saben pensar. Escriben y dibujan y algo abstracto que crean les llena la cabeza y la mente y la cabeza y el cuerpo entero. Son únicos, raros y sencillos, pero en el mismo instante en que pensamos ver una obra de arte, en realidad vemos algo peor que un desastre, alocado y malcriado, deforme y grotesco, absurdo y sin sentido todo metido en una bolsa y agitado hasta que…
Santiago Gallego

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