La clase húmeda y asolada,
no es la araña la que observa,
sino el profesor impaciente
lleno y abastecido de aguardiente.
Ahora ya no me siento del todo
estremecido, me siento mal,
me siento dormido.
El bolígrafo recorre una carretera
sin fin, un antro de cucarachas
con libros y el árbol talado
por su hacha. De la carrera
el término llegó, pues no hay nada
más que hojas mojadas, porque
nadie las mira, nadie las obedece.
Es algo parecido al fuego, el grado 451,
la temperatura perfecta. Pero no es
perfecta sino horrenda.
no es la araña la que observa,
sino el profesor impaciente
lleno y abastecido de aguardiente.
Ahora ya no me siento del todo
estremecido, me siento mal,
me siento dormido.
El bolígrafo recorre una carretera
sin fin, un antro de cucarachas
con libros y el árbol talado
por su hacha. De la carrera
el término llegó, pues no hay nada
más que hojas mojadas, porque
nadie las mira, nadie las obedece.
Es algo parecido al fuego, el grado 451,
la temperatura perfecta. Pero no es
perfecta sino horrenda.
Diego Jaureguízar
Corren y juegan y vuelven a correr. No saben qué hacer. Vuelven a pensar pero no saben pensar. Escriben y dibujan y algo abstracto que crean les llena la cabeza y la mente y la cabeza y el cuerpo entero. Son únicos, raros y sencillos, pero en el mismo instante en que pensamos ver una obra de arte, en realidad vemos algo peor que un desastre, alocado y malcriado, deforme y grotesco, absurdo y sin sentido todo metido en una bolsa y agitado hasta que…
Santiago Gallego
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