Franz Kafka, ciudadano del Imperio Austro-Húngaro y de origen
judío, escribió obras que probablemente, en vez de pertenecer a un movimiento literario
específico, crearon su propio género. En general, se caracterizaban por ser una
mezcla de realidad cotidiana y de fantasía que acabaron construyendo una atmósfera
un tanto claustrofóbica, bastante inusual para la época. Este estilo fuerte y
sorprendente de Kafka es único, tanto que, el término kafkiano es aplicado a
cualquier tipo de situación absurda y/o grotesca. De pequeño se educó en un
ambiente cultural alemán, y más tarde se volcó en la religión y mística judía.
Tuvo una infancia marcada por la difícil relación entre él y
su padre, que hizo que más adelante se convirtiese en un hombre solitario,
enfermizo y obsesivo. Este es uno de los temas más interpretados en el relato
breve de La Metamorfosis, ya que en
la historia se puede identificar con facilidad la relación del Señor Samsa con
su hijo, un insecto: “En esto, el padre le dio por detrás un empujón energético
y salvador, que lo lanzó dentro del cuarto, sangrando copiosamente. Luego,
cerró la puerta con el bastón, y por fin volvió la calma.”[1]
Este gran relato de Kafka te hace dudar y preguntarte cuestiones
que, si te detienes a pensarlo, a lo mejor están relacionadas con nuestro día a
día. Puedes interpretar por tu cuenta un sinfín de metáforas: “si al principio
de la metamorfosis se seguía comportando como humano, ¿por qué razón Gregorio
Samsa no reaccionó como tal buscando un remedio? O también pensar: ¿Acaso no
pueden representar algo las reacciones (o el mero hecho de no reaccionar) ante
él de los personajes a su alrededor? Con respecto a estas dos preguntas, en mi
opinión, considero a Kafka una especie de profeta. Pensando sobre este mismo
tema del profeta, mientras leía el libro, una frase me llamo especialmente la
atención:”…comprendió que la falta de toda relación humana directa, unida a la
monotonía de su nueva vida, debía de haber trastornado su mente…”[2]
Y en verdad que la rutina en la que consiste nuestras vidas, y “la falta de
todo relación humana directa” gracias a los “cacharros” electrónicos que tantos
hay a nuestro alrededor, han creado un cambio de mentalidad global con respecto
a tiempos pasados.
Si nos damos cuenta de que estamos cambiando y el mundo
entero con nosotros, en la mayoría de los aspectos para mal, ¿cuál es la razón
que nos impide cambiar nuestra forma errónea de ser hoy en día? Esta es una
pregunta que una persona cualquiera se
puede hacer a menudo. Por ejemplo, no hace mucho tiempo, mientras estaba en un
acto, vi como unos padres que no habían sido puntuales, tuvieron que permanecer
de pie solo porque a su lado, sus cuatro hijos adultos, no les quisieron
ofrecerle asiento. Los hijos son unos maleducados (por sus mismos padres), pero
son peores los padres, que aunque se dan cuenta de que sus hijos no se molestan
en levantarse y dejarles el sitio, no hacen nada al respecto; como si lo
hubiesen aceptado como algo normal desde hace tiempo. En el libro de La
Metamorfosis, aparece como al principio, Gregorio hace intentos por demostrar
que su esencia humana sigue viva: “Si al menos hubiera podido Gregorio hablar
con su hermana…”[3]
O también en el episodio del cuadro, en el que se quiere aferrar de algo que
todavía le pertenecía al “ser” humano que había en su interior:”Estaban
vaciando su cuarto, quitándole cuanto amaba […]Trepó precipitadamente hasta
allí y se agarró al cristal…”[4]
Cuando me llega a la cabeza esta pregunta, ¿acaso no pueden
representar algo las reacciones (o el mero hecho de no reaccionar) ante él de
los personajes a su alrededor?, pienso en la pasividad y en el conformismo que
se ha originado ante casos absurdos o grotescos en el día de hoy. Esto se puede
ver ahora mismo como si fuese algo normal, e incluso con una respuesta positiva
por parte de algunos: Hace tan solo unos meses en Guipúzcoa, en las noticias ha
salido el caso de que unos padres han cambiado de sexo a su pobre hijo de 5
años porque éste se lo ha pedido. Aquí es cuando uno se da cuenta de lo que
somos capaces de hacer, y aun peor, cómo reaccionamos; ya que la tratan como
“la primera guipuzcoana en lograr el cambio de nombre por motivos de
transexualidad y la más joven del Estado”.
En conclusión, Kafka, llegando a ser para mí un “profeta”, ve
más allá de su tiempo:” ¿Acaso quería realmente que se convirtiese aquella confortable
habitación, con sus muebles familiares, en un desierto en el cual hubiera podido,
es verdad, trepar en todas direcciones sin obstáculos, pero donde en poco
tiempo hubiera olvidado por completo su pasada condición humana?”[5]
Esta pregunta que indirectamente Franz Kafka dirige al lector, resume nuestra
vida moderna: hemos creado un mundo perfecto en el que la tecnología nos ha
ayudado, lo cual es innegable, en muchas cosas, pero que a la vez, al quitarnos
los obstáculos de en medio, como “predica” el
autor, estamos en un desierto empezando a vagar sin rumbo cierto,
dejando en el olvido nuestra pasada condición humana.
FIN
Santiago
Gallego Beltrán
Lengua
10th Grade
08/04/2016
[1]
Pag. Franz. K, 1995, presente edición: traducción de Julio Izquierdo, La
Metamorfosis, Barcelona, España, RBA Editores
[2]
Pag.45; Franz. K, 1995, presente edición: traducción de Julio Izquierdo, La
Metamorfosis, Barcelona, España, RBA Editores.
[3]
Pag. 43; Franz. K,
1995, presente edición: traducción de Julio Izquierdo, La Metamorfosis,
Barcelona, España, RBA Editores.
[4]
Pag. 48; Franz. K,
1995, presente edición: traducción de Julio Izquierdo, La Metamorfosis,
Barcelona, España, RBA Editores.
[5]
Pag. 46; Franz. K,
1995, presente edición: traducción de Julio Izquierdo, La Metamorfosis,
Barcelona, España, RBA Editores.
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